En el 2003 emprendimos un camino, el de la solidaridad, con más sueños que realidades y un puñado de impulsos por visualizar y dar voz a África; ese continente olvidado 15 años y más de 150 proyectos cargados de historia y génesis, de dar y recibir, donde la cooperación internacional al desarrollo nos ha ido enseñando que los derechos humanos son el eje, y que la persona es el centro para acabar con la desigualdad y erradicar la pobreza.
Siete países en el mapa de nuestros proyectos señalando con una brújula un objetivo claro: prevenir el éxodo rural y la inmigración. Es decir, evitar que la gente sufra el desarraigo por falta de oportunidades, ante la inmigración. Siete países entre Africa Central y Africa Occidental, diferentes, diversos y sin embargo con una cultura ancestral, donde el ritmo y la ceremonia de la acogida es el sello de identidad de todo un continente.
Y nos pareció que la apuesta era por África, donde había menos ONGDs burgalesas, aunque en estos años hemos de decir que, poco a poco, se van sumando otras organizaciones con grandes proyectos.
Exclamación en sus conversaciones ¡Anvó! Vamos... venga... sigue... ponte en marcha... como tantas mujeres de Senegal y otros países con las que trabajamos los microproyectos en estos últimos años y que salen a las calles como colectivos sociales para sensibilizar sobre el problema del cáncer de mujer y mama, donde se ha puesto en marcha un programa nacional, gracias a Burgos y su provincia, dotando de aparatos para detectar el cáncer, salvando sus vidas.
Programas de salud, maternidad, pediatría, soberanía alimentaria, agua potable, donde miles de mujeres se benefician tras su empoderamiento para su autoempleo de los medios precisos, además de que cientos de agricultores dispongan de medios y semillas para aumentar sus cosechas.
